Vista de Shinjuku, uno de los distritos financieros de la ciudad. |
Tokio
es una de las ciudades de oriente en donde los pobladores son amantes de la
tecnología y las tradiciones sin distinciones.
Pocas
ciudades encarnan mejor las contradicciones de sus habitantes; pocas urbes son
capaces de mostrar un amor desmedido por lo nuevo, por lo más avanzado y
futurista, y combinarlo con los jardines más tradicionales, imperecederos y
tradiciones más veneradas que en Tokyo.
Los
japoneses, definitivamente, no son amantes de los términos medios, y cualquier
paseo por sus innominadas calles lo puede demostrar.
Amantes
por igual de la tecnología y las tradiciones, los japoneses, y sobre todo los
ciudadanos de Tokio, disfrutan con las pantallas gigantes de televisión, con
edificios cubiertos de carteles luminosos y con hileras de autopistas abrigando
futuristas construcciones, como la Torre de Tokio, la estructura de acero más
alta del mundo, la cual, en un alarde kitsch muy nipón, cambia de colores cada
noche.
Tokio
se fundó en 1590 con el nombre de Edo. Fue entonces cuando sustituyó a Kioto
como capital de un país dominado por los shogun, los nobles generales que
gobernaron desde 1192 hasta la Restauración Meiji, en 1867.
Ayuntamiento
de Tokio
Entonces,
la ciudad fue renombrada como Capital del Este (el significado literal de
Tokio). Actualmente, es una megalópolis de 12.8 millones de habitantes (el 10%
del país), compuesta por 23 distritos, cada uno con su propio alcalde,
personalidad y características. La ciudad ha pasado de permanecer cerrada a
cualquier visita o influencia extranjera a adoptar con suma flexibilidad y
pasión, cualquier manifestación artística.
Entre
los sectores más conocidos de la capital está Ginza, la zona más exclusiva y
cara, en la que se encuentran las boutiques más famosas, las cafeterías y el
teatro clásico de Kabuki-Za, un espectáculo de la época Edo con dos sesiones
diarias.
Al
otro lado de Shibuya se halla Harakuju, denominado los Campos Elíseos de Tokio.
Hay áreas verdes para todos los gustos, pero los más conocidos son Meiji Jingu
Gyoen, Happo Gyoen, Koishikawa Korakuen Gyoen y Shinkuju.
La
tecnología pasa, queda obsoleta, y cada japonés se esfuerza en reponerla al
poco tiempo. Pero los jardines nipones están hechos para perdurar, para
sentarse en ellos, admirarlos y reflexionar.
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