Si
hay una región europea anclada en su
pasado místico y legendario esa es
Bretaña. En el noroeste de Francia, muy cerca de la bellísima Punta del Raz en
el Finisterre galo, surge un mundo
mágico y envolvente repleto de hadas, duendes y gigantes con una leyenda
eterna: la del Rey Arturo,
acompañado por los caballeros de la Mesa
Redonda, y su inseparable Merlín.
Para
captar y adentrarse en ese mundo imaginario de las leyendas bretonas no hay
nada como aventurarse a través de los bosques y matorrales de espinos de esta Bretaña celta con el mar siempre
presente y un interior, "el
país de los árboles", enigmático y misterioso.
El
bosque de Broceilande, a solo unos
kilómetros de Rennes, la capital
bretona, constituye el punto de partida para profundizar en las leyendas artúricas.
Broceilande
es el nombre mítico del actual bosque de
Paimpont, un vestigio de la masa forestal que cubría el corazón de esta
península en la Edad Media.
Fue
en este sombrío bosque donde los caballeros de la Mesa Redonda encontraron un decorado perfecto a la medida de su
destino: la búsqueda del Santo Grial, escondido en los bosques
de la pequeña Bretaña.
Así
lo atestiguan algunos libros del siglo XII, guardados en la Abadía de Paimpont -el corazón del
bosque-, que también recogen las andanzas de Merlín, el amigo y consejero del Rey Arturo, y el huésped más
famoso de este bosque que también "esconde" su tumba, siempre
abarrotada de turistas, y la "fuente
de la eterna juventud".
Merlín,
enamorado del hada Viviana, la
"dama del Lago" en el castillo de Comper, pasó a la historia mucho antes de que Walt Disney le
catapultara hacia el estrellato en el siglo XX.
Ya
hablaban de él y sus poderes mágicos las
leyendas enraizadas en las continuas guerras libradas en el siglo VI por
los celtas y los invasores sajones que sugerían la unidad entre Bretaña la
Grande, la actual Inglaterra, y la Pequeña, entonces llamada Armónica.
Hoy,
los seguidores de los relatos del Rey Arturo y de Merlín tienen en el Centro del Mundo Imaginario Artúrico un
"filón" a explotar. Situado en el castillo de Comper, está dirigido
por un grupo de investigadores y artistas enamorados de este bosque del que se
tiene noticia desde hace mil años.
En
su interior se ofrece una exposición interactiva de todos los personajes de la
leyenda -descubriendo a un mago Merlín más salvaje y loco- y de la rica mitología celta.
Luego
hay que adentrarse en este bosque de 7.000 hectáreas para admirar algunos de sus árboles milenarios. Robles y hayas
se siguen imponiendo a los numerosos pinos que han crecido sobre todo a raíz
del incendio de 1990 -un castaño de
oro recuerda esa tragedia natural junto a otros árboles negros quemados-, pero
uno de esos ejemplares milenarios destaca por encima de todo: el roble de Guillotin, llamado así
porque en su interior se refugió un sacerdote con ese nombre durante la Revolución Francesa.
"Hoy
los niños piden permiso a este árbol -comenta Nicolas Mazzalira, director del
centro- para visitar el parque, mientras que los mayores vienen aquí a
encontrarse espiritualmente y sanarse de alguna enfermedad".
Después
de la impresión que nos deja este ejemplar, con sus 20 metros de altura y sus
9,65 metros de circunferencia, el itinerario del bosque conduce al Valle sin Retorno.
La
leyenda cuenta que fue aquí donde Morgana,
hermanastra del rey Arturo y alumna de Merlín, se vengó del Caballero Goyomard al sentirse
traicionada por él y abandonada por Lancelot,
aprisionando para siempre a los amantes infieles en este valle.
Dos
grandes rocas unidas-los amantes transformados en piedra- recuerdan la
historia, mientras se divisa una bonita
vista del "lago de las hadas".
Tras
abandonar Broceliande y poniendo
rumbo sur en la ruta, hay que hacer una parada en Josselin, calificada como "ciudad
de arte" en Bretaña e imponente con su castillo de los Rohan y su coqueto casco viejo, antes de llegar a Carnac.
Es
en esta franja muy próxima a la costa donde los alineamientos de megalitos siguen constituyendo una incógnita para
los estudiosos de la arquitectura sagrada y funeraria.
Hay
más de 3.000 megalitos, que se esparcen de este a oeste, llegados a nuestros
días y, aunque los antiguos pensaban que se trataba de "una obra del diablo", sus características han llevado
a pensar que debían ser lugares
ceremoniales. Hipótesis y discusiones no faltan en este asunto.
Desde
Carnac vale la pena darse una vuelta por
la "Costa Salvaje" de Quiberon, un espectacular paisaje que se ha
librado de las construcciones en su vertiente oeste gracias a un proyecto del
gobierno que intenta recuperar el espacio
natural y su flora.
En
esta península también es muy recomendable presenciar un concierto de algún
"bagad" ("tropa" en bretón), el grupo musical típico de la región con sus instrumentos clásicos: gaita escocesa, bombarda, caja clara y
percusión.
Sus
actuaciones son espectaculares y los bretones las celebran al compás de sus bailes tradicionales y más modernos,
repletos siempre de intensidad y emoción.
El
resto de Bretaña guarda muchas más leyendas. Al norte, en los Monts d’Arrée, "el reino del Ankou
y la tierra de los "korrigans", todas giran alrededor de la muerte con las marismas de Yeun Ellez,
anegadas por un lago artificial, donde se dice que se encuentran las "puertas del infierno".
Muy
cerca, ya en el departamento de Finisterre,
Huelgoat ofrece un espectacular paisaje geológico y prehistórico de piedras gigantes (una de ellas, la
más famosa, "la piedra que tiembla" pesa 137 toneladas y los turistas
intentan moverla con poco éxito) junto al Río
de la Plata, llamado así por la proximidad de unas minas ya abandonadas.
En
este espectacular paraje se oculta entre las rocas la gruta del Diablo, otra fuente inagotable de cuentos, a la que se
puede acceder por unas escaleras que parecen llevarnos al mismo infierno.
La
ruta en torno a las leyendas bretonas puede concluir en la bahía de Douarnenez. Aquí, junto al "fin del mundo"
francés junto a la Punta del Raz, se sitúa la leyenda de una poderosa ciudad llamada Ys, hoy sumergida, que dominaba toda la
Galia siendo gobernada por Gradlon, el
Rey de Cornualles.
Protegida
del mar por un dique con compuertas, cuyas llaves sólo tenía el rey, quedó
inundada cuando su hija Dahut,
convertida en amante del diablo, robó las llaves causando el desastre y su
desaparición. Los románticos de hoy todavía piensan en esta "ciudad
fantasma" que para ellos fue la más espectacular del norte de Francia.
En
la actualidad, la Punta del Raz es
visitada todos los años por 850.000 turistas. Viendo alguno de sus atardeceres
frente a la isla de Sein, poblada
por 120 habitantes, y el faro de La
Vieille que emerge del mar, no resulta nada extraño que Flaubert y Victor Hugo loaran en sus
escritos a esta bella esquina de la costa atlántica francesa.
Tomado de Kuviajes
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