En los últimos meses han primado los estadounidenses entre los visitantes del museo. Fotos: Narmys Cándano. TTC |
Por exagerado que parezca es cierto. Una parte importante de sus más valiosas pertenencias permanecen resguardadas en la capital cubana.
Recientemente se celebró el Día Internacional de los Museos por lo que de este lado del mundo vale resaltar el Museo Napoleónico de La Habana, institución que se destaca por ser la única de su tipo en América Latina y por la variedad y riqueza de sus colecciones. Se encuentra en San Miguel, no. 1159, entre Ronda y Masón, Centro Habana, en el palacio La Dolce Dimora, otrora residencia del político italiano Orestes Ferrara, cuyo estilo arquitectónico imita un palacio renacentista florentino del Siglo XVI.
Pinturas, grabados, esculturas, muebles de estilo, armas y equipo militar y armamento, artes decorativas, objetos históricos y una extraordinaria colección de libros relacionados con la figura de Napoleón mayormente en idioma francés, inglés y pocos en español forman parte de ese mundo que muestra la Francia de finales del siglo XVIII y XIX.
Esta cómoda fue encargada por Napoleón I con grandes lujos pero no llegó a disfrutarla.Es una de las piezas más completas de la colección. |
La llegada de Napoleón I al poder, el esplendor de su imperio, y su debacle quedan reflejadas en las diferentes salas expositivas que abarcan los cuatro pisos de la casa, donde se pueden apreciar óleos sobre sus campañas militares, su coronación y su familia, objetos personales como uno de sus icónicos sombreros bicornios, un traje, dos de sus mascarillas mortuorias, muebles de la familia, una lámpara de techo que obsequiara a su amada Josefina, un monedero de su segunda esposa María Luisa, entre otros objetos de altísimo valor que acercan al visitante a este emblemático protagonista de la historia universal.
Un excelente contacto con la cultura francesa tan ligada al Caribe deviene una invitación ineludible. De la mano del recorrido guiado ofrecido por la Msc Adiana Winter la Rosa asombraron a esta reportera detalles como el gusto de Josefina por los animales y las flores, debido a su origen martiniquense, que la llevó a imponer cuellos de cisnes en el decorado de los muebles y a introducir jardineras de madera en los salones; o particularidades del estilo imperio que respondía al gusto napoleónico por elementos de la antigüedad como dioses, musas, criaturas mitológicas o por abejas, símbolo del emperador presente en muchos de sus objetos personales.
A la derecha uno de los sombreros bicornios de Napoleón I. |
Interesante resulta también la amplia variedad de armamentos – muchos pudieran calificarse como obras de arte- entre ellas los sables y espadas, pistolas, dos maquetas de cañón, que tipifican las épocas reseñadas y en las que sobresale el águila en representación del poder.
La cama perteneció a la familia Bonaparte, aunque solo la sobrecama fue utilizada por Napoleón I, quien se puede observar al fondo en su lecho de muerte. |
Una sobrecama utilizada por Napoleón en la isla de Santa Elena, donde murió, una esplendorosa cómoda encargada por él y que nunca llegó a utilizar, un grabado de su hijo, un busto esculpido en tres mármoles, varias ánforas con zócalo y pedestal que caracterizaron el estilo napoleónico, validan la exquisitez de la muestra.
¿Cómo llega Napoleón a La Habana?
La mayoría de los objetos en exposición pertenecieron a la colección de Julio Lobo Olavarría, de origen venezolano asentado en Cuba desde niño. Ingeniero agrónomo graduado en Estados Unidos, se convierte de regreso a la Isla en uno de los hombres más ricos del país, y en el principal productor y exportador de azúcar del mundo en la primera mitad del siglo XX. Se destacó además como banquero y accionista de importantes empresas.
La mayoría de los objetos en exposición pertenecieron a la colección de Julio Lobo Olavarría, de origen venezolano asentado en Cuba desde niño. Ingeniero agrónomo graduado en Estados Unidos, se convierte de regreso a la Isla en uno de los hombres más ricos del país, y en el principal productor y exportador de azúcar del mundo en la primera mitad del siglo XX. Se destacó además como banquero y accionista de importantes empresas.
De ahí que su posición financiera le permitiera adquirir varias colecciones de arte, y entre las que sobresale la relacionada con Napoleón como una de las más queridas. Estimados de la época calculan su valor en unos ocho millones de dólares.
Poco después, en 1959, luego del triunfo de la Revolución cubana Lobo abandona el país, pero queda la colección de unas 7000 piezas a las que se sumaron algunas procedentes de otras fuentes para cuya exhibición se crea en 1961 el Museo Napoleónico de La Habana.
Visitada por turistas provenientes principalmente de Estados Unidos, Argetina, Brasil, Colombia y Canadá, la institución actualmente mantiene variedad de muestras temporales que permiten desempolvar otras “riquezas napoleónicas” o pertenencias del antiguo dueño de la Dolce Dimora. Además, dedica una sala transitoria al arte contemporáneo y pone a disposición del público para consulta in situ los textos de su biblioteca.
Son varios los museos y/o sitios napoleónicos en el mundo que guardan para el curioso valiosos objetos de la familia Bonaparte, por ejemplo, el Museo Napoleónico de Arte e Historia Militar, en Fontainebleau; el Museo Nacional del Castillo de Malmaison, y La Casa Bonaparte, en Córcega, isla natal de Napoleón, entre otros. En 2008 se funda Galería Imperio del Museo de Bellas Artes de Montreal, conformada con la colección donada por el empresario canadiense Ben Weider (Montreal, 1924-2008), fundador de la Sociedad Napoleónica Internacional.
De ahí que el Museo Napoleónico de La Habana mantenga su relevancia en el continente y sea una atractiva opción para el turismo cultural. De hecho, el sitio web Trip Advisor, lo recomienda en el puesto 39 entre más de 200 actividades que hacer en la capital cubana.
Publicado
por: Narmys Cándano - Travel Trade Caríbbean.
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