Entre
sus laderas serpentean embajadas, casas señoriales y restaurantes de postín,
como el Café Pierrot (Fortuna, 14). Por sus refinadas mesas han pasado Antonio
Banderas o Jeremy Irons, seguramente para probar la exquisita receta de cerdo
mangalitza (14 euros), mientras les acompañaba la música de un pianista.
La
ciudad alta es una preciosidad, y siempre es un devenir de turistas ávidos de
encontrar la fotografía perfecta. Pasea entre casitas pintorescas y monumentos
imponentes como la Galería Nacional, la iglesia de Matías o el imprescindible
Bastión de los Pescadores, desde donde obtendrás una de las mejores panorámicas
de la urbe. Súbete en el Budavári Sikló, en la plaza de Adam Clark, donde
hallarás también un escudo que marca el kilómetro 0, junto al puente de las
Cadenas. Este funicular salva los 51 metros de desnivel entre Pest y el
castillo de Buda, y sigue operativo desde 1870.
Mirada hacia otra
época.
En
esta zona hay vestigios de otra etapa, la Segunda Guerra Mundial, con relatos
impresionantes, como los que narran en la visita guiada al Sziklakórház Múzeum
(Lovas, 4c), un auténtico laberinto de 10 km, que hizo las veces de búnker
nuclear y hospital. Es sobrecogedor.
Los
que gusten de la Historia deben acercarse a Memento Park, en la parte sur de
Buda. Es un espacio ajardinado donde reposan al aire libre las estatuas del
Ejército Rojo y monumentos alegóricos gigantescos del movimiento obrero, que
proliferaron con el Telón de Acero elevado durante la etapa comunista.
Entre las nubes y el
agua.
La
mejor forma de ver Budapest es abordando la colina Géllert, puedes hacerlo
andando desde los baños homónimos, uno de los centros termales más bonitos de
la ciudad por su estilo modernista. Una vez en la cima, te toparás con un
mirador impresionante desde el que divisarás el barrio del Castillo y la orilla
derecha del Danubio, ambas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco.
Aún
te queda bajar hasta la orilla del Danubio para abordar el barco Legenda.
Durante una hora realizarás un recorrido (11 euros) desde el muelle 7, en Jane
Haning, hasta la isla Margarita y descubrirás cada uno de los puentes y
secretos arquitectónicos de la ciudad mediante una audioguía en español.
Galeristas y
cafetines.
La
enorme densidad monumental de Buda exige algún que otro descanso. Te
recomendamos hacer una parada en la pastelería Ruszwurm (Szentháromság, 7), un
local antiguo donde aún elaboran un pastel de pétalos de rosa, que era el
favorito de la emperatriz Sissi. Es también muy bonito el Café Miró (Uri, 30),
ambientado según la impronta del artista español.
Además,
entre las calles empedradas pasearás por un buen puñado de galerías de arte
contemporáneo. Puedes comprar obras de artistas húngaros en la original Girls
Next Door (Csónak, 7) o la exclusiva Mono Kortárs (Várfok,1).
Por
Belinda Guerrero. www.elle.es
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