Lo
imaginamos viviendo en el polo norte rodeado de elfos y renos, pero en realidad
el verdadero San Nicolás vivió en un cálido y soleado pueblo de la costa
mediterránea de Turquía.
San
Nicolás nació en Patara en el año 245 después de Cristo en el seno de una
familia acomodada quedó huérfano de padre cuando era muy joven. Heredó una gran
fortuna y, por su bondad y generosidad, la repartió a la gente necesitada
especialmente para ayudar a los niños.
A
los 19 años decidió dedicarse al sacerdocio y Nicolás se convirtió en el obispo
de Myra (hoy en día Demre, en Turquía). Allí se le atribuyen milagros como salvar marineros a punto de morir en una
tempestad o resucitar a tres niños asesinados por un terrible carnicero.
San
Nicolás es el santo protector de los niños, marineros, profesores, estudiantes
y comerciantes.
El origen de su fama de repartidor de
obsequios nació por un gesto de bondad: un noble de su pueblo que vivía con sus
tres hijas empezó a pasar apuros y las hijas no tenían oportunidad de casarse
porque su padre no podía darles la dote. Una noche San Nicolás tiró una bolsa
lleno de oro a la ventana del ruinoso castillo del noble. Este oro era
suficiente para la boda de la primera hija. La noche siguiente echó otro saco
desde la ventana para la boda de la segunda hija. Pero la tercera noche la
ventana estaba cerrada, así que San Nicolás subió al tejado y dejó caer la
bolsa desde la chimenea. Por la mañana, las hijas encontraron el oro en las
medias que habían tendido al lado de la chimenea para que se secaran.
De
allí viene la costumbre de colgar calcetines la noche de Navidad a la espera de
la visita de San Nicolás.
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